Diario de Perú. Día 11: Taquile y Arequipa

Hermenegilda nos despertó sobre las 6:15, pues teníamos prevista la visita a la isla de Taquile, así que nos vestimos, preparamos las mochilas y bajamos a la cocina para desayunar. Nos había preparado un par de pancakes para cada uno con mermelada y mate de muña.

Hermenegilda tejiendo
Tras lavarnos los dientes y coger las cosas Hermenegilda nos acompañó hasta el puerto en donde nos esperaba el barco a las 7:30. Durante el trayecto Hermenegilda no paró de calcetar; es increíble como bajó la cuesta llena de piedras y no tropezó ni una vez. Poco a poco fueron llegando todos los componentes del grupo, incluido el guía, así que subimos al barco, no sin antes despedirnos de Hermenegilda con un fuerte abrazo, y zarpamos rumbo a la última isla que visitaríamos, TAQUILE. Tardamos alrededor de una hora en llegar.
Cartel de bienvenida en Taquile
 

Taquile es una Reserva Natural por lo que para entrar hay que pagar 8 soles (estaban incluidos dentro del precio total de excursión). Cuenta con 2000 habitantes y está a una altura de 4000 metros. En ella se habla quechua y es la segunda isla peruana en extensión después de Amantani. Perteneció al Imperio Inca, por ello se han encontrado en ella distintos restos arqueológicos. Luego pasó a manos españolas cuando Carlos V se la vendió a Pedro González de Taquila (de ahí el nombre). Se utilizó como prisión durante la época española pero en 1970 pasó a manos de la población isleña.

Su economía se basa en la pesca, en la agricultura, el textil y en el turismo. En ella reina el código moral inca de “No robarás, no mentirás y no serás perezoso”. Son muy conocidos sus tejidos artesanos, nombrados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo en este caso el tejido es fabricado principalmente por los hombres, comenzando con 8 años. No existen coches ni hoteles en la isla, sólo unas minúsculas tiendas que venden lo básico. Las familias suelen usar velas, linternas, pequeñas baterías y, últimamente, paneles solares.

La subida a la plaza principal de la isla fue durísima así que el guía nos dejó tiempo libre, una vez arriba, para que acabase de llegar todo el mundo. Nos alertó de que no hiciésemos fotos a los niños sin preguntar pues, en general, te cobran un sol por cada foto. Por el camino nos encontramos con el jefe de los nativos y el guía se quedó hablando con él un rato para pedirle simbólicamente que nos permitiese la entrada. Una vez en la plaza vimos el Ayuntamiento (que es un edificio moderno horroroso), varios talleres de artesanía textil y una exposición de fotos en una pequeña sala con imágenes costumbristas de Taquile. Al rato continuamos con la marcha, pero esta vez en llano y bordeando la isla.

Comida
 Hicimos una parada para comer en casa de unos nativos, quienes ya tenían preparada una mesa corrida con toldo. Aprovecharon para enseñarnos algunas de sus costumbres:
Gorros típicos de Taquile: los tejen los hombres con agujas y, en teoría, si no aprenden a tejer no se casan. Las mujeres también tejen pero en telares muy rústicos, de lo cual nos hicieron una breve demostración. Los gorros de los hombres casados son rojos, los de los solteros rojos y blancos y los de los viudos o divorciados morados. Las niñas también llevan un gorro, pero sólo hasta los 10 años, que es similar a la cantuta, la flor nacional de Perú.

Champú que fabricaron en vivo y en directo a partir de una planta que crece en la isla llamada Chukjo. Lavaron con él un poco de lana sucia y quedó blanca y muy suave, además de dejar muy buen olor.

Nativo haciendo champú
 

Ropa tradicional: ellas llevan camisa roja, faja, faldas de colores y capa negra. Ellos camisa blanca, chaleco, faja bordada y el chullo o gorro. Según cómo se coloquen éste indicará si el hombre está buscando pareja o no.

Bailes típicos: ritual del pago a la tierra agradeciendo las cosechas y otro de cortejo. Nos sacaron a bailar a unos cuantos, entre ellos a Sergio y a mí. A Sergio lo sacó a bailar una niña muy bonita que se llamaba Lady, quien pasó luego el cepillo y se ganó unos buenos soles porque todo el mundo le echó algo.

El menú consistió en pan con rocoto de aperitivos, sopa de quinoa de primero y trucha frita con arroz, papas y remolacha. Pagamos 10 soles por una Cusqueña y 20 soles por persona por la comida, pues al parecer no estaba incluida en la excursión. Creo que es el menú más caro de todos los que hemos tomado en Perú… Las islas son muy bonitas pero también son un agujero negro para el dinero. Aquí tenéis la crítica de la isla de Taquile en Tripadvisor.

 

Aperitivos
 

Tras la comida continuamos con el paseo hasta el puerto y allí tomamos el barco que nos llevó a Puno, durando el viaje alrededor de 3 horas. No pudimos contactar con Borja durante el tiempo en las islas porque allí no había cobertura.

 

Vistas desde Taquile
 

Una vez en Puno un minibús nos llevó hasta la Plaza de Armas. Allí nos despedimos de los colombianos, chilenos y peruano, citándonos a las 19h en la Plaza de Armas para cenar juntos. Nos dimos un paseo por la calle Lima, peatonal, para cambiar dinero (cambiamos 200 euros, esta vez a 2’63). Además compramos una cinta del pelo para Silvia y 10 llaveros de llama para mis amigas de Coruña, pero no recuerdo el precio.

Volvimos para el Hotel para pagar el cuarto y la lavandería (110+24soles). Borja y Bea no daban señales de vida, se suponía que tenían que volver a una hora y ya pasaba bastante… De repente nos llegó un SMS de ellos diciendo que iban sacar dinero así que, como eran ya las 19h, quedamos de verlos en la Plaza de Armas. Una vez allí Borja dijo que no le habían vendido los billetes de bus a Arequipa (40 soles/persona), pero que estaban reservados y que había que ir a por ellos a la estación… Pelayo y Borja pasaron por el hotel a por las maletas, cogieron un taxi y se fueron para la estación mientras que Bea y yo nos quedamos en un restaurante con el resto, se llamaba Pizzería Juhtmay.

Una vez en el restaurante pedimos pan y pisco sour para ir abriendo boca y, como atendían muy lento, ordenamos ya las pizzas. Bea y yo pedimos una pizza familiar para cada pareja, a pesar de que Bea no quería nada porque no se encontraba demasiado bien todavía. Finalmente Borja y Pelayo llegaron justo antes de que sirvieran nuestras pizzas. Fue una entretenida velada con los sudamericanos a los que se unió también uno de los franceses, Jules.

Se comandaron infinidad de pizzas porque con el hambre que reinaba se volvieron locos y al final sobró bastante comida. Yo nunca vi comer a una mujer tanto como a Roxana, es increíble, pidieron dos pizzas para cada uno y casi se las acaba… Sergio se encontró una grapa en un trozo de pizza y el restaurante no tuvo explicación pero por ello nos invitaron al postre. Al final pagamos por la cena 24 soles cada uno. Crítica en Tripadvisor de la pizzería Juhtmay de Puno.

Tras la cena nos despedimos definitivamente en la Plaza de Armas de los chilenos, peruano y francés, cogiendo a continuación con los colombianos varios taxis hasta la estación de buses (5 soles), pues ellos también continuaban con nosotros en el mismo bus a Arequipa. Esperamos todos juntos hasta que el bus salió a las 22 horas. Por cierto que en Perú para poder tomar un bus en casi cualquier estación hay que pagar una tasa de 1 sol por persona: hay una ventanilla que sólo se dedica a esto y que te sella el billete para que lo vean cuando subas al bus. Si el billete no está sellado en teoría no te dejarían subir al coche.

Los colombianos iban en la parte de arriba y nosotros en la de abajo así que nos los vimos de nuevo hasta Arequipa. En el compartimento iba otra pareja de españoles, un poco perdidos porque iban a la aventura y no habían mirado nada desde antes de ir a Perú. Durante la noche yo vi como se colaban por la puerta trasera en el bus un señor con un niño y se ponían a dormir en las escaleras, acurrucados. En una de las ocasiones que alguien salió de nuestro compartimento al baño aprovecharon para meterse dentro y se tumbaron en el fondo del pasillo a dormir.

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