Diario de Perú. Día 7: Madre de Dios

Finalmente no dormí mal nuestra primera noche en Madre de Dios porque el calor fue bajando poco a poco. A las 4 am vinieron a despertarnos Satur y Bryan, que habían dormido en la barca. Desmontamos las tiendas y volvimos a la lancha. Aún era de noche pero ya empezaba a amanecer. Iniciamos la marcha sobre las 4:30 y a las 6:00 Satur nos sirvió el desayuno, que fue igual que el de ayer. Bea después de desayunar se quedó dormida 4-5 horas en una silla, pues parece que no durmió nada durante la noche. El resto nos pusimos ojo avizor en las bordas y proa de la barca con el fin de avistar todo animal en movimiento. Saturnino llevaba prismáticos y guías para facilitar la tarea.

Barca de Saturnino, con hamaca y todo
 

Vimos un agutí, cuatro hoatzines (que ni se inmutaron a nuestro paso), millones de mariposas, oropéndolas, un caimán, tortugas, etc. Los hoatzines son una llamativa especie de aves que tienen una garra en cada ala que les ayuda a anclarse a las ramas para trepar; esto hace que se compare con los fósiles de Arqueoptérix. A media mañana Satur nos sirvió papaya con manjar (dulce de leche) que estaba delicioso. Yo no tenía mucha hambre pero me la zampé toda.

Papaya con manjar
 

Al cabo de unas horas teníamos tantas ganas de parar para orinar que le pedimos a Satur que nos parase el barco. Yo tenía una diarrea horrorosa así que mientras me afanaba a lo mío, el resto estuvo de cháchara con el dueño de la finca, quien les permitió recoger aguacates que había por el terreno. Cogieron alrededor de media docena. Los probamos más tarde y estaban exquisitos. El señor no nos cobró nada, nos los regaló. Llegó un momento en que pasamos del río Madre de Dios al río TAMBOPATA, con menor afluencia de barcas. Estuvimos hablando largo y tendido con Satur de la medicina naturista, de cómo concibe la vida, los numerosos libros que lee, etc. Es un hombre muy interesante y un gran conversador.

Navegamos hasta las 13h, hora a la que paramos para comer. El menú fue tortilla de patata con ají dulce, yo sin embargo no probé bocado porque me encontraba muy mal del estómago, aparte de la diarrea que tenía desde hacía un par de días. Mientras comían en el barco yo aproveché para perderme entre los árboles y despacharme a gusto.

Comida en el barco
 

Tras la comida navegamos hasta un punto en el que se quedó Bryan guardando el barco y nosotros nos adentramos en la selva con el fin de caminar hasta un lago que no es turístico (a diferencia del lago Sandoval, incluido en todas las excursiones turísticas de la zona), llamado TRES CHIMBADAS. De hecho sólo nos encontramos con una pareja de chavales jovencitos (ella embarazada) que al parecer son los vigilantes de la zona.

Cría de mono verde
 

El lago es pequeño y se encuentra dentro de la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional TAMBOPATA-CANDAMIO, pero limitando ya con la comunidad nativa de Infierno. En él se encuentran nutrias gigantes pero nosotros no las vimos. Aquí está la crítica en Tripadvisor del Lago Tres Chimbadas. En la zona encontramos unos baños normales, con wáter y pileta, así que Bea y yo no fuimos capaces de resistirnos a usarlos. Luego nos bañamos Pelayo y yo en el lago. Primero entré yo, para lo cual me puse chanclas pero igualmente me hundía en el fango; Satur me recomendó que chapoteara mucho al entrar para dispersar a las posibles rayas que hubiera en el suelo y demás peces que se entierran, lo cual no me gustó mucho… Además, según él, había pirañas. A los pocos minutos de estar en el agua, me agarré a a una especie de pantalán y noté cómo algo espinoso me rozaba por la tripa así que salí inmediatamente. A continuación entró Pelayo, de cabeza, estuvo chapoteando un poco y, en cuanto se acercó al pantalán, le rozó algo espinoso en el mismo lugar exacto que a mí. Salió también rápidamente.

Nos vestimos y volvimos caminando. Nos encontramos nuevamente a la pareja de guardianes, esta vez ella llevaba una cría de monito verde que yo sostuve y acaricié un buen rato, qué preciosidad (Satur luego les dio una propina). Llegando al barco me entraron las náuseas y vomité la papaya entera, no me quedó nada dentro. Por fin me sentí bien, sospecho que igual tenía un corte de digestión al comer la papaya a media digestión del desayuno y al entrar en el agua templada-fría del lago me aceleró el proceso de la vomitona.

Navegamos hasta la COLLPA DE GUACAMAYOS y nos paramos en la orilla contraria. El mejor momento para verlos es por la mañana, es por eso que cuando llegamos, al atardecer, no había apenas ejemplares. Se trata de una pared en la que los guacamayos y otras aves van a ingerir arcilla. Se dice que esta arcilla contiene sales y minerales que son ideales para la dieta de estas aves (principalmente sodio). Yo estaba muy mareada por lo que me tumbé en la proa mientras miraban la collpa. Luego Pelayo y Bea intentaron echarme un poco de alcohol en la nuca para refrescarme pero a Pela se le abrió el bote y me cayó todo el líquido encima. Finalmente Bea me pinchó primperán en el culo (pues es enfermera y llevaba un gran botiquín) y me hicieron una botella de agua con suero oral (que sabía asqueroso), que me tuve que beber para evitar la deshidratación. Al rato ya me encontré bien.

Navegamos hasta la finca en la que nos quedamos esa noche a dormir, que pertenecía a un señor muy majo llamado José y que además, según Saturnino, era chamán. Satur nos llevó de caminata para pescar en un río por medio de la selva, incluso abriendo camino con un machete en algunos puntos en los que la vegetación hacía el paso imposible. Cuando llevábamos 40 minutos Bea, Borja y yo nos empezamos a mosquear pensando en que estaba anocheciendo y el camino era muy complicado para volver en total oscuridad. Además llevábamos muy poca agua y yo estaba aún débil por los vómitos y diarreas así que se lo comentamos a Pelayo. Por Pelayo hubiésemos continuado pero al final habló con Satur y volvimos al barco.
Caminata por la selva
 

Nos bañamos en el río, incluidos Borja y Bea, que ya no podían más después de dos días sudando sin parar, mientras Satur preparaba la cena. Tras el baño, y como aún no estaba preparada la comida, Borja y Pelayo se pusieron a pescar. Para ello Satur le ató un hilo a un palo y se pusieron directamente a pescar. Al poco tiempo Pelayo sacó un bagre/pez gato, de buen tamaño. A mí me parecía increíble, por lo rudimentaria que era la caña (de hecho Borja se cargó la suya, aunque no importa mucho porque la selva está plagada de palos, consistía en ir a por otro…). El menú fue el siguiente: arroz con tomate natural y carne adobada (que yo no comí por la diarrea y que ofrecí a Borja y Pelayo). También Satur nos frió el pescado recién sacado del río y la verdad es que estaba exquisito, recordando al lenguado. De postre tomé una mandarina y una manzanita.

Espectacular atardecer en Tambopata
 

Tras la cena Borja y Pelayo siguieron pescando un poco pero al rato, como no sacaban nada, subimos a tierra para montar las tiendas de campaña. Esta vez compartimos con la familia de José una construcción hecha de madera con tejado, a cierta altura del suelo para evitar las inundaciones cuando hay lluvias, a la que se accedía por escaleras. Al final de las mismas tienen que colocar algo que impida al tapir doméstico que tienen que suba por la noche y les tire las mosquiteras. Es graciosísimo, anda suelto por la finca.

Pelayo con su tesoro
 

Los nativos dormían sin tienda, pero metidos cada uno dentro de una mosquitera. En otra construcción de madera, más pequeña, que había al fondo tenían baños y duchas, todo un privilegio. Nos acostamos sobre las 20h, haciendo todavía mucho calor. La familia ya estaba durmiendo a esa hora. Luego refrescó durante la noche y además hubo una tormenta enorme, lloviendo sin parar (menos mal que estábamos atechados…). Yo no dormí demasiado bien, estaba incómoda porque había un ruido muy fuerte de animales y mucho calor.

Caseta en la que dormimos junto con la familia
 

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