Diario de Tailandia, día 13: Chiang Mai (Elefantes Woody)

MIÉRCOLES 4 NOVIEMBRE 2015
Nos levantamos a las 7:45, desayunamos y nos preparamos para el día con elefantes que habíamos contratado con la empresa WOODY (pagamos 2.200B/55€ por persona, pues se supone que nos descontaron 200B por cabeza al haberlo contratado con el hotel).
A las 8:30 tenían que venir a recogernos al Hotel Top Garden pero se adelantaron 10 minutos. Tengo que decir que en Tailandia las empresas de turismo son muy puntuales. Venía un guía muy serio y el conductor, que era muy simpático. Tardamos dos horas en llegar al lugar, haciendo una parada en una casa particular en donde vi que entregaban un fajo de billetes a una señora; ésta además nos dejó entrar al baño de su casa. No entendimos muy bien para qué fue la parada, pues nos hicieron cubrir una lista con nombres, edad, nacionalidad, etc., que creemos que entregaron allí. Mientras negociaban yo aproveché para ir al baño, que era como el de nuestro hotel: wáter y ducha todo junto.
Tras una siesta en la furgoneta llegamos al lugar y nos descalzamos (de hecho no volvimos a usar los zapatos en todo el día). Allí nos recibió Woody, el gerente/dueño de la empresa. Se trataba de un chico joven que nos habló mucho sobre lo feliz que eran los elefantes en su finca y lo bien que allí los trataban, de cómo obtenían el dinero, en qué lo gastaban (según él en comida para los elefantes, principalmente), cómo habían recuperado varios elefantes maltratados… Sin embargo tenía algo que no nos acababa de gustar…
Woody
 Primero nos ofrecieron café y té y luego nos dejaron ropa para cambiarnos, con la que estuvimos toda la jornada (camiseta y pantalón thais; yo os recomiendo que, a pesar de que haga calor, cojáis camiseta de manga larga porque sino os desollaréis los brazos al subir y bajar del elefante, pues su piel y sus pelos son muy duros). Tengo que decir que algunas de las camisetas no olían demasiado bien a pesar de que se suponía que estaban lavadas…
Elefanta con su bebé
 A continuación nos reunieron en una caseta para enseñarnos los comandos con los que han sido educados los elefantes:
-yogkan: el elefante eleva la pata para facilitar que suba la persona a su lomo.
-su: te aúpa arriba con la pata para facilitar la maniobra.
-pai: el elefante camina hacia arriba.
-toi: el elefante camina hacia atrás.
-koa: el elefante gira a la derecha.
-sai: el elefante gira a la izquierda
-bo su: el elefante abre la boca para darle comida.
-jau: stop.
-bau: el elefante disminuye la velocidad.
Ante tanta información no nos quedó más remedio que hacernos una chuleta con bolígrafo en la mano que, con el paso del día y el sudor, se fue borrando poco a poco. De todos modos no os preocupéis porque no vais a quedaros solos con el elefante en ningún momento, siempre habrá un guía.
Pelayo con Cookie

Nos condujeron a una cabaña muy grande a la que trajeron los elefantes. Allí les dimos primero de comer, principalmente plátanos y caña de azúcar, con el fin de familiarizarnos con ellos. Yo al principio estaba aterrorizada por el tamaño que tenían y no me atrevía ni a acercarme. Woody y sus colaboradores me ayudaron, poco a poco, a perderles el miedo, a tocarlos y acariciarlos, a darle un plátano que tomaba de mi mano con la trompa a la velocidad del rayo, etc. Aunque escondieses el plátano en un bolsillo o en otro lado te olisqueaba con la trompa y lo encontraba volando.

Zona de entrenamiento
La verdad es que vencí el miedo y me fueron enamorando poco a poco, pues son muy cariñosos e inteligentes. Finalmente disfruté muchísimo de la jornada en su compañía.
Después de darles de comer nos enseñaron a subir al lomo (yo escogí primero uno pequeño, no os voy a engañar…). Te muestran tres posiciones: encima del culo, de los hombres y en el cuello. Luego nos enseñaron a girar, una vez que estás subido, tocándole con el pie la oreja del lado hacia el que quieres dirigirte. Finalmente aprendimos a indicarle que caminase hacia delante y hacia atrás.
Tras el entrenamiento (aunque yo creo que los elefantes se volvían un poco locos, pues estábamos todo dándoles órdenes en un espacio quizás demasiado pequeño para tanto mogollón de personas y animales de ese calibre) nos dieron de comer: arroz, calabaza, pollo con patatas y curry amarillo, omelette y sandía de postre, además de café y té. Compartimos mesa con un francés y su esposa brasileña, con los que nos entendimos bien entre gallego, inglés y francés.
Comida

Nos dieron media hora para descansar, que yo aproveché para tumbarme en una esterilla y dormir un rato. Luego nos adjudicaron elefantes por parejas o individuales, dependiendo de la relación entre los pesos animal-humano. Pelayo y yo fuimos en una elefanta muy lista y cariñosa llamada Cookie, que además era de las más mayores (18 años).

Paseo con Cookie
Salimos del recinto y dimos un paseo por la zona: bajamos varias cuestas empinadísimas hasta el río (yo pensé que íbamos a volcar). Atravesamos un regato y, una vez que ya estaba metida en el agua la elefanta, agachó la cabeza para sumergirse; yo, que iba allí sentada, me caí al agua. Entre el guía y Pelayo me volvieron a subir, tirando con todas sus fuerzas, pues la elefanta ya estaba nadando, encantada. Me di cuenta enseguida de que les apasiona el agua.
Atravesando un riachuelo

Luego caminamos hasta el verdadero río y allí sí que disfrutó la elefanta, pues nos dieron unos cepillos y le frotamos la piel. Mientras estaba allí tumbada gozándolo nos gastaba bromas por debajo del agua con la trompa. A Pelayo le cogió muchísimo cariño y lo agarraba para traérselo, le daba besos, etc, casi me celo de ella ;)!!! Quedé asombrada de lo lista y simpática que era…

La elefanta gastando una broma a Pelayo

Los demás se dedicaron después del frotamiento a hacer guerras de agua, dándole la orden al elefante de escupir agua por la trompa. A mí me pareció otra manera de volver locos a estos maravillosos animales así que Pela y yo no participamos, nos quedamos dándole arrumacos a Cookie.

Volvimos otra vez subidos encima de ella, siempre con el guía/mahout correspondiente al lado y allí les dimos nuevamente de comer. Al parecer el mahout y el elefante pasan juntos toda la vida. En Tailandia los elefantes se han usado desde hace siglos como los caballos aquí: para transporte, trabajos, etc., siendo una animal doméstico habitual.
Nos cambiamos de ropa, e incluso hay duchas si queréis quitaros el barro (pero tendréis que llevar vosotros las toallas), nos despedimos de los elefantes y nos llevaron de vuelta a nuestros hoteles.
Me di cuenta de que cuanto más grandes eran los elefantes, son más mansos y están más habituados a las personas (aunque a priori pueden dar más miedo por el tamaño). Alguno de los elefantes más jóvenes se negaban a seguir el trazado, se paraban a comer, etc., y los guías les reprimían. La verdad es que aquí podríamos hablar largo y tendido del tema: hay empresas en las que no permiten que las personas se suban ni den paseos, sino que los tienen en libertad a su aire y te puedes acercar a verlos.
Paseo de vuelta

En el caso de Woody opino que el animal acaba siendo una especie atracción de feria, al que se le obliga a hacer todos los días lo mismo durante las visitas de los turistas pero, dentro de lo malo, casi mejor pasear y bañarse que hacer trabajos forzados como les ocurre a muchos otros que sufren maltrato…

En cuanto a lo de subirse encima, no sé si realmente les afectará, pues los humanos somos muy livianos para ellos si comparamos nuestro peso con el suyo, y tampoco vimos que Cookie estuviese a disgusto. Sea de un modo u otro, yo creo que estas empresas sí colaboran en parte a que los elefantes puedan seguir viviendo en Tailandia, aunque sea en cautividad, pues debido a la extensión de los campos de cultivo, lo costoso que es mantenerlos y los cazadores que buscan sus colmillos, están tristemente abocados a la extinción… Aunque sea triste, es prácticamente imposible que vivan en libertad en los tiempos que corren hoy en día.

Pelayo se fijó que una de las veces que desobedeció uno de los elefantes pequeños a su guía, éste sacó del bolsillo una especie de punzón, muy camuflado para que no lo viésemos, y se lo clavó. Empezamos a fijarnos más y efectivamente vimos como los guías lo hacían disimuladamente cuando los animales desobedecían… Cookie tenía en algunas zonas de la piel unas marcas redondas, quizás heridas antiguas de punzón. Ya no nos gustó por tanto la cuestión y nos despedimos de la magnífica elefanta con mucha pena… Prefiero no profundizar más en este tema, pues desconozco cuál es la práctica habitual para domesticar un elefante (pero sí entiendo que dadas las dimensiones del animal y el grueso de su piel debe de ser más complicado que un perro, un gato o un caballo)… También se podría entrar a discutir sobre si se debería de haber domesticado a estos animales o no… Bueno, continúo y que cada uno piense libremente sobre la cuestión…

Una vez en el hotel nos duchamos y metimos toda la ropa sucia que llevábamos acumulada para llevarla a una lavandería que había justo al lado del hotel. Previamente le habíamos preguntado a Víctor por un local de confianza y nos remitió a ese, pues allí llevaba las sábanas del hotel su esposa. Hablamos con la señora de la casa (pues es vivienda, casa de masajes y lavandería, extraña mezcla…) y acordamos 180/4’5€ por 5kg de ropa que llevábamos entre los dos. Nos la dejaría limpia al día siguiente en nuestro hotel así que fantástico.

Dimos un paseo por el centro para finalmente acabar cenando en el BLACK CANYON:
Gambas fritas en salsa de tamarindo

-Salchichas/chorizo/butifarra de la zona (las vimos en todos los mercados y decidimos probarlas)
-Un pad thai para cada uno

-2 smoothies: uno de café y otro de hazelnut
Estaba todo muy rico y bien preparado. Pagamos 862B/21€ por todo, lo cual es un precio un pelín caro para Tailandia pero en absoluto para España. Volvimos al hotel dando una caminata y a dormir.

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